Debido a sus antecedentes, ciertos niños con un neurodesarrollo normal tienen mayor probabilidad de presentar algún déficit motor, sensorial o cognitivo en los primeros años de vida. Estos niños requieren una vigilancia más estrecha y especializada para detectar precozmente dichos déficits e iniciar así un tratamiento individualizado desde edades bien tempranas.
Los niños con un retraso madurativo son niños que llevan un patrón de desarrollo más lento que los niños de su edad pero la línea que sigue es la misma que la del desarrollo normalizado. Este retraso se suele cuantificar entre uno y dos años y tienen que estar afectadas varias áreas del desarrollo (motricidad, lenguaje, autonomía personal, control de esfínteres, desarrollo cognitivo, etc.) Si solo hay un área afectada hablaríamos más bien de un retraso en ese área. Por ejemplo, si solo está afectado el lenguaje, hablaríamos de retraso del lenguaje; si solo estuviera afectada la motricidad, se hablaría de retraso motor…
El retraso madurativo propiamente dicho evoluciona positivamente y el niño suele desarrollarse y madurar a niveles similares al del resto de niños de su edad, cuando se dan las condiciones adecuadas. Sin embargo, en muchas ocasiones, el retraso madurativo se emite como un primer diagnóstico con carácter provisional, que posteriormente deriva en diagnósticos más específicos.
En niños con diagnóstico de retraso madurativo o con sospecha del mismo es clave comenzar con un programa de estimulación personalizado cuanto antes. Es preferible comenzar a trabajar de forma preventiva que “esperar a ver si madura” y perder una ventana de estimulación privilegiada.